Leire Díez: El epicentro de la controversia socialista
- Nicolás Guerrero
- 3 jun
- 6 Min. de lectura

En el intrincado tablero de la política española, donde las lealtades, los intereses y las estrategias se entrelazan con la precisión de un mecanismo de relojería, el nombre de Leire Díez Castro ha emergido como una figura tanto enigmática como controvertida. Conocida en los titulares como “la fontanera del PSOE”, su historia es mucho más compleja que el apodo sugiere, una mezcla de trayectoria política, compromiso periodístico y una red de conexiones que la han situado en el ojo del huracán mediático y político en los últimos meses. Este artículo busca trazar un retrato equilibrado de Díez, explorando su carrera, sus vínculos con el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y las recientes acusaciones que han sacudido su imagen pública, todo ello desde una perspectiva que reconoce las complejidades de su papel sin caer en el sensacionalismo ni en la descalificación fácil.
Leire Díez Castro, nacida en Barakaldo, Vizcaya, y criada en un entorno donde la política y el compromiso social eran parte del aire que se respiraba, se formó como periodista en la Universidad del País Vasco (UPV/EHU), donde se licenció en Ciencias Sociales y de la Información. Su ingreso en el PSOE a finales de los años noventa, a través de las juventudes socialistas vascas, marcó el inicio de una carrera que combinaría su vocación por la comunicación con un activismo político que, aunque discreto en sus inicios, la llevaría a ocupar posiciones de relevancia. En el pequeño municipio cántabro de Vega de Pas, Díez se convirtió en teniente de alcalde entre 2011 y 2015, además de vicepresidenta de la Mancomunidad Valles Pasiegos. No eran cargos de gran visibilidad, pero sí un indicio de su capacidad para moverse en los entresijos de la política local, tejiendo relaciones que más tarde le abrirían puertas en Madrid.
El ascenso de Pedro Sánchez a la presidencia del Gobierno en 2018, tras la moción de censura contra Mariano Rajoy, marcó un punto de inflexión en la trayectoria de Díez. Su implicación en la campaña de Sánchez para recuperar la secretaría general del PSOE en 2017, trabajando codo con codo con figuras como Pedro Casares y Pablo Zuloaga, la situó en el radar de la cúpula socialista. Ese mismo año, Díez dio el salto a la capital, asumiendo el cargo de jefa de comunicación de Enusa, una empresa pública dedicada al sector nuclear. Este movimiento no fue casual: su cercanía a figuras clave del entorno de Sánchez, como Cristina Narbona e Isaura Leal, esposa del exjefe de gabinete del presidente, facilitó su ingreso en un círculo de confianza que pocos militantes de base alcanzan.
En 2022, Díez asumió nuevas responsabilidades en Correos, primero como jefa de Relaciones Institucionales y, posteriormente, como directora de Filatelia, Estudios y Futuro. Durante su etapa en la empresa pública, presentó iniciativas como el sello conmemorativo de La Vijanera, una fiesta cántabra declarada de Interés Turístico Nacional, y otro dedicado al Año Jubilar Lebaniego. Sin embargo, su paso por Correos no estuvo exento de críticas. Fuentes internas citadas por diversos medios han señalado que Díez carecía de experiencia técnica en los cargos asignados, y su salida en 2024, tras la llegada de Pedro Saura a la presidencia de la empresa, coincidió con una reestructuración motivada por la delicada situación financiera de Correos, con una deuda de 1.300 millones de euros.
El término “fontanera” comenzó a asociarse con Díez en septiembre de 2024, cuando El Confidencial publicó una investigación que la señalaba como una figura clave en una supuesta operación del PSOE para contrarrestar investigaciones judiciales que afectaban al entorno de Pedro Sánchez, especialmente el caso Begoña Gómez. Según el diario, Díez habría recopilado información sensible sobre jueces, periodistas y miembros de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil, con el objetivo de desacreditar a quienes investigaban al Gobierno. Las acusaciones se intensificaron en mayo de 2025, cuando se filtraron audios de una videoconferencia en la que Díez, acompañada por el empresario Javier Pérez Dolset y el abogado Jacobo Teijelo, intentaba obtener información comprometedora sobre el teniente coronel Antonio Balas, jefe del Departamento de Delincuencia Económica de la UCO. En la grabación, Díez ofrecía al empresario Alejandro Hamlyn, investigado por un fraude de hidrocarburos, posibles acuerdos con la Fiscalía y la Abogacía del Estado a cambio de datos que pudieran dañar la reputación de Balas, quien lidera investigaciones sobre casos como el de Begoña Gómez, el hermano de Sánchez, David Sánchez, y la trama Koldo.
Estas revelaciones desataron una tormenta política. Desde el PSOE, la respuesta fue inmediata pero cautelosa. La portavoz Esther Peña y el propio Santos Cerdán, secretario de organización del partido, negaron cualquier relación contractual con Díez, insistiendo en que se trata de “una militante más” sin vinculación oficial con Ferraz. Cerdán, en particular, afirmó conocerla desde hace años, pero limitó su papel a una “militante de Cantabria” que realiza “trabajos periodísticos”. El partido abrió un expediente informativo a Díez el 28 de mayo de 2025, una medida que muchos interpretaron como un intento de ganar tiempo ante la presión mediática y de la oposición, sin comprometerse a sanciones más severas.
Díez, por su parte, ha defendido su inocencia con vehemencia. En declaraciones a medios como El Independiente y El Diario Montañés, aseguró que su actuación se enmarca en una investigación periodística sobre el sector de los hidrocarburos, desvinculándose de cualquier operación orquestada por el PSOE. “No soy fontanera de Ferraz, soy periodista”, afirmó, subrayando que lleva 15 meses sin vinculación con actividades públicas y que su objetivo es publicar un libro tras el verano de 2025. En un mensaje enviado a un chat de militantes socialistas en Cantabria, Díez insistió en que “la verdad es solo una y saldrá”, denunciando lo que calificó como “cloacas mediáticas” y expresando su deseo de explicar su versión ante el partido.
La controversia en torno a Díez no se limita a los audios. Su relación con figuras clave del PSOE, como Patxi López, José Luis Ábalos y la propia Begoña Gómez, con quienes ha sido fotografiada en múltiples ocasiones, ha alimentado las sospechas sobre su rol en el partido. Además, su participación en la Fundación Internacional de Derechos Humanos, una organización con sede en La Haya que promueve la transparencia y la separación de poderes, ha añadido una capa de ironía al escándalo, dado que las acusaciones contra ella sugieren prácticas opacas. Por otro lado, su historial en redes sociales, donde se ha mostrado combativa contra adversarios políticos y medios de comunicación, refleja una personalidad apasionada y sin pelos en la lengua, lo que la ha convertido en un blanco fácil para quienes buscan demonizarla.
La oposición, liderada por el Partido Popular y Vox, ha aprovechado el caso para arremeter contra el Gobierno, acusándolo de utilizar métodos poco éticos para protegerse de las investigaciones judiciales. Organizaciones como Hazte Oír y Iustitia Europa han presentado denuncias contra Díez, exigiendo que se investiguen posibles delitos. Sin embargo, hasta la fecha, no se han presentado pruebas concluyentes que demuestren una operación orquestada desde Moncloa o Ferraz, y las acusaciones se basan en gran medida en los audios y en testimonios indirectos. Esto ha llevado a algunos sectores a cuestionar si la narrativa de “la fontanera” es, en parte, una construcción mediática diseñada para desgastar al PSOE en un momento de alta tensión política.
El caso de Leire Díez plantea preguntas más amplias sobre los límites de la política y el periodismo, así como sobre el papel de los actores en la sombra en los partidos políticos. El término “fontanero”, acuñado en los años setenta durante el escándalo Watergate, evoca a quienes trabajan en la trastienda para resolver problemas delicados, a menudo al borde de la legalidad. En el contexto español, figuras como Díez no son una novedad; todos los partidos han contado con operadores discretos que gestionan crisis y negocian en los márgenes. Sin embargo, la exposición pública de estas dinámicas, amplificada por la era de las redes sociales y los medios digitales, ha cambiado las reglas del juego, haciendo que la transparencia sea tanto una demanda como un arma política.
En última instancia, Leire Díez Castro es un reflejo de las tensiones que atraviesan la política española contemporánea: la lucha por el control de la narrativa, la fragilidad de las instituciones públicas ante las acusaciones de corrupción y la dificultad de distinguir entre la lealtad partidista y el interés general. Mientras el PSOE y Díez insisten en que las acusaciones son parte de una campaña de desprestigio, la oposición y ciertos medios ven en ella el símbolo de un sistema dispuesto a todo para mantenerse en el poder. La verdad, como ella misma ha dicho, puede que esté empezando a salir. Pero en un entorno polarizado, donde cada revelación es interpretada según las filias y fobias de quien la recibe, esa verdad corre el riesgo de quedar atrapada en el ruido.
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