top of page

Mensajes entre Sánchez y Ábalos: La disciplina interna del PSOE al descubierto



En un artículo publicado ayer por El Mundo, se desvelaron una serie de mensajes de WhatsApp intercambiados entre el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y José Luis Ábalos, exministro de Transportes y antiguo secretario de Organización del PSOE, entre agosto de 2020 y marzo de 2021. Estos mensajes, obtenidos de dos memorias externas incautadas por la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil en el marco de la investigación del caso Koldo, no abordan directamente la trama de corrupción que salpica a Ábalos, sino que ofrecen una mirada cruda y sin filtros a la dinámica interna del PSOE durante un periodo políticamente convulso. Las conversaciones revelan la estrategia de Sánchez para controlar las disidencias dentro del partido, su relación de confianza con Ábalos y su frustración con los líderes territoriales socialistas, en un momento marcado por decisiones controvertidas como el pacto con EH Bildu para los Presupuestos de 2021 y los indultos a los líderes independentistas catalanes.


Los mensajes muestran a un Pedro Sánchez directo, a veces cortante, que confía plenamente en Ábalos como su principal operador político dentro del PSOE. Uno de los intercambios más reveladores tuvo lugar el 11 de noviembre de 2020, en el contexto del acuerdo con EH Bildu para aprobar los Presupuestos Generales del Estado. Guillermo Fernández Vara, entonces presidente de Extremadura, expresó públicamente su malestar por la influencia de Arnaldo Otegi en las negociaciones, afirmando en un tuit que sentía “dolor” y una “sensación de fracaso como país”. Sánchez, visiblemente irritado, reenvió el tuit a Ábalos con un mensaje claro: “Llámalo y dile que es impresentable”. Ábalos respondió de inmediato: “Desde luego”. Este intercambio pone de manifiesto no solo la rapidez con la que Sánchez buscaba neutralizar cualquier crítica pública de un líder territorial, sino también el rol de Ábalos como ejecutor de la disciplina interna. El tono de Sánchez, desprovisto de formalidades, refleja una urgencia por mantener el control en un momento en que el pacto con Bildu generaba tensiones no solo dentro del PSOE, sino también en la opinión pública.


Otro mensaje significativo, fechado el 15 de noviembre de 2020, muestra a Sánchez reflexionando sobre la actitud de los barones socialistas, entre los que incluye a Fernández Vara, Javier Lambán (Aragón), Emiliano García-Page (Castilla-La Mancha) y Ximo Puig (Comunidad Valenciana). En un texto cargado de frustración, escribe: “Hay que seguir marcándoles. Deben ser conscientes de que son una minoría y de que son unos hipócritas: hacen lo que quieren y exigen lo que les viene en gana, aunque sea una enmienda a la totalidad de su día a día político”. La palabra “marcándoles” sugiere una estrategia deliberada de presión, casi de vigilancia, para evitar que las críticas de los líderes regionales se convirtieran en un desafío abierto a su liderazgo. El término “hipócritas” denota una percepción de deslealtad por parte de Sánchez, quien parece considerar que los barones exigían una coherencia ideológica que ellos mismos no practicaban en sus territorios. Este mensaje ilustra el grado de tensión entre Ferraz y las federaciones socialistas, así como la determinación de Sánchez de imponer su autoridad en un partido históricamente diverso y plural.


Emiliano García-Page, actual presidente de Castilla-La Mancha y conocido por su perfil moderado, aparece como uno de los blancos principales de la irritación de Sánchez. En un mensaje, el presidente del Gobierno reacciona a una entrevista de Page en *La Razón*, calificándola de “vomitiva” y ordenando a Ábalos y a Santos Cerdán, actual secretario de Organización del PSOE, que “le peguen un toque” para que “deje de tocar los cojones”. El lenguaje crudo y coloquial de Sánchez contrasta con su imagen pública de líder mesurado, pero refleja una dinámica interna en la que las críticas de Page, especialmente a los pactos con fuerzas independentistas, eran vistas como un obstáculo para la cohesión del partido. Page, al ser preguntado por estas revelaciones en Onda Cero, restó importancia a los mensajes, señalando que no le sorprendían dada la cercanía entre Sánchez y Ábalos, pero aprovechó para advertir sobre los riesgos de la comunicación escrita en política: “Todos sabemos que un mensaje puede acabar siendo público”. Su respuesta, conciliadora pero firme, sugiere una aceptación resignada de las dinámicas de poder dentro del PSOE.


Javier Lambán, entonces presidente de Aragón, también protagoniza varios intercambios. En un mensaje, Sánchez se queja de las declaraciones de Lambán, que habían generado críticas en redes sociales y en círculos cercanos a Ferraz. Lambán, por su parte, trasladó a Ábalos su malestar por ser retratado como “traidor, facha, desleal y desagradecido”, según reveló en una entrevista posterior a *ABC*. En otro mensaje, Sánchez comenta sobre Susana Díaz, entonces líder del PSOE andaluz: “Susana está jodida. No levanta cabeza”. Este comentario, aunque breve, refleja el interés de Sánchez por monitorizar la situación de una federación tan relevante como Andalucía, donde Díaz enfrentaba dificultades internas tras perder el liderazgo de la Junta en 2018. La mención a Díaz, aunque tangencial, subraya la vigilancia de Sánchez sobre cualquier foco de poder alternativo dentro del partido.


La relación entre Sánchez y Ábalos es el hilo conductor de las conversaciones. Los mensajes muestran una confianza absoluta, con Ábalos actuando no solo como un operador político, sino también como un confidente personal. En un intercambio de 2023, tras la destitución de Ábalos en julio de 2021, Sánchez escribe: “He echado de menos muchas veces trabajar contigo, también tu amistad”. Este mensaje, enviado en un contexto en que Ábalos ya estaba bajo presión por el caso Koldo, revela un intento de Sánchez por mantener un vínculo personal, a pesar de la ruptura política. Sin embargo, la destitución de Ábalos, que Sánchez justificó con un lacónico “No puedo darte ningún motivo”, sigue siendo un punto de inflexión. Ábalos, en mensajes posteriores, insiste en la necesidad de una explicación que no dañe su reputación, lo que sugiere que la salida del Gobierno le dejó en una posición vulnerable, tanto política como personalmente.


El tono de las conversaciones varía entre lo estratégico y lo visceral. Sánchez alterna instrucciones precisas, como “Llámalo” o “Pégale un toque”, con reflexiones más amplias sobre la necesidad de disciplinar a los barones. Ábalos, por su parte, responde con brevedad y lealtad, asumiendo el papel de mediador entre el líder y las federaciones. Sin embargo, los mensajes también muestran momentos de vulnerabilidad, como cuando Ábalos expresa su frustración por las críticas internas o cuando Sánchez reconoce el vacío dejado por su ausencia tras la remodelación del Gobierno. Esta combinación de pragmatismo político y emocionalidad ofrece un retrato complejo de dos figuras que, durante años, fueron uña y carne en la cúpula del PSOE.


Las implicaciones políticas de estos mensajes son múltiples. En primer lugar, refuerzan la imagen de un Sánchez obsesionado con el control, dispuesto a emplear un lenguaje duro y estrategias de presión para alinear a los líderes territoriales. Aunque el PSOE ha minimizado la relevancia de los mensajes, con la portavoz Esther Peña afirmando que “mi grupo de primos es más interesante”, las revelaciones pueden alimentar la percepción de un partido donde el disenso es mal tolerado. En segundo lugar, la filtración plantea preguntas sobre la privacidad en la política moderna. Como señaló García-Page, los mensajes escritos son un riesgo constante, y su publicación, en un contexto de investigación judicial, subraya la fragilidad de las comunicaciones digitales. Finalmente, la relación entre Sánchez y Ábalos, ahora bajo el foco por el caso Koldo, invita a especular sobre el grado de conocimiento del presidente respecto a las actividades de su exministro, aunque los mensajes no aportan pruebas directas de ello.


La oposición, liderada por el PP, ha aprovechado las revelaciones para atacar a Sánchez. Cuca Gamarra, secretaria general del PP, afirmó que los mensajes demuestran que Sánchez “lo sabía todo” sobre Ábalos, mientras que Elías Bendodo lo describió como “autoritario” y “sin escrúpulos”. Desde el Gobierno, figuras como Óscar López y Luis Planas han calificado la filtración de “grave” y han pedido investigar su origen, enmarcándola en una supuesta campaña de la derecha. Sin embargo, más allá de la contienda partidista, los mensajes ofrecen una lección sobre el funcionamiento interno del poder: en política, la lealtad es tan valiosa como frágil, y las palabras, incluso las escritas en la intimidad de un chat, pueden acabar definiendo el destino de un líder.


En conclusión, los WhatsApp entre Sánchez y Ábalos son mucho más que una colección de frases subidas de tono. Son un documento vivo de la lucha por el poder dentro del PSOE, de la confianza y la traición, de la disciplina y la resistencia. Aunque no cambien el curso inmediato de la política española, sí obligan a reflexionar sobre cómo se ejerce el liderazgo en un partido que, pese a su historia de pluralidad, parece cada vez más moldeado a la imagen de su líder.

Comments

Rated 0 out of 5 stars.
No ratings yet

Add a rating

© 2024 Flash Info+

bottom of page