El número de muertos durante un festival judío en Sídney aumenta a 16
- Nicolás Guerrero

- 14 dic
- 4 Min. de lectura

"Vi al menos a diez personas en el suelo y sangre por todas partes"
Los hechos se desencadenaron en la tarde del domingo en la playa de Bondi, uno de los espacios públicos más concurridos de Sídney, cuando cerca de un millar de personas se encontraban reunidas en el parque Archer para celebrar la festividad judía de Janucá. Eran aproximadamente las 18:47 hora local cuando comenzó un tiroteo que, en cuestión de minutos, convirtió una celebración religiosa en una escena de pánico, heridos y víctimas mortales. El balance provisional confirmado por las autoridades es de al menos doce muertos, cerca de treinta heridos y dos detenidos, uno de ellos abatido durante la intervención policial.
Según confirmó la Policía de Nueva Gales del Sur, dos supuestos perpetradores actuaron en el lugar. La respuesta policial fue inmediata y culminó, horas después, con la declaración formal del suceso como incidente terrorista. El jefe de la Policía estatal, Mal Lanyon, explicó en una rueda de prensa que a las 21:36 declaró oficialmente el ataque como terrorismo, lo que permitió activar poderes especiales para garantizar que no existiera ninguna amenaza adicional para la comunidad. La decisión no fue simbólica ni retórica: respondía a la gravedad de los hechos, al contexto en el que se produjeron y al riesgo potencial para una zona densamente poblada y altamente transitada.
En medio del caos inicial, un gesto individual se convirtió en uno de los elementos más significativos del suceso. Ahmed Al Ahmed, un hombre de 43 años y propietario de una frutería en Sutherland, se enfrentó a uno de los tiradores y logró desarmarlo. Durante ese enfrentamiento, Ahmed recibió dos disparos y tuvo que ser hospitalizado. Su intervención, confirmada por las autoridades, se produjo en un momento crítico y contribuyó a neutralizar parcialmente la amenaza mientras los servicios de emergencia y las fuerzas de seguridad actuaban sobre el terreno.
La Policía estatal confirmó posteriormente que había dos personas bajo custodia policial en la playa de Bondi. Uno de los sospechosos fue abatido, según el recuento oficial. Las autoridades no ofrecieron detalles adicionales sobre la identidad de los detenidos más allá de los datos ya confirmados, insistiendo en que la prioridad era asegurar la zona, atender a las víctimas y descartar cualquier riesgo adicional.
El servicio de Ambulancias de Nueva Gales del Sur informó de que al menos cuatro personas fueron trasladadas a hospitales cercanos, concretamente a St Vincent’s, Royal Prince Alfred y St George. Estas cifras se suman al número total de heridos, que ronda la treintena, y reflejan la magnitud del dispositivo sanitario desplegado tras el ataque. La actuación coordinada de los servicios de emergencia fue clave para la atención inmediata de las víctimas en un contexto de extrema tensión.
El primer ministro de Nueva Gales del Sur, Chris Minns, fue el encargado de actualizar los datos oficiales y de trasladar la posición política del Gobierno regional. En sus declaraciones, calificó el ataque como “un acto cobarde de violencia aterradora”, subrayando que lo ocurrido es “impactante y doloroso de ver” y que representa “algunos de nuestros peores temores sobre el terrorismo en Sídney”. Sus palabras no solo describen la brutalidad del suceso, sino que apuntan a una preocupación estructural sobre la seguridad y la convivencia en una ciudad marcada por su diversidad y su carácter abierto.
Desde el ámbito institucional, el presidente australiano lamentó las “escenas impactantes y angustiosas” procedentes de Bondi y confirmó la existencia de heridos. En un comunicado, señaló que la Policía y los servicios de emergencia estaban actuando sobre el terreno para salvar vidas, trasladó sus condolencias a las personas afectadas y aseguró que el Gobierno estaba trabajando en coordinación con la Policía de Nueva Gales del Sur, comprometiéndose a ofrecer más información conforme se confirmaran los hechos. El mensaje buscó transmitir control de la situación y respaldo a las víctimas en un momento de máxima conmoción.
La dimensión internacional del ataque no tardó en hacerse visible. El presidente de Israel, Isaac Herzog, condenó el tiroteo y urgió al Gobierno australiano a combatir lo que describió como “la enorme ola de antisemitismo”. En un evento celebrado en su residencia en Jerusalén, Herzog afirmó que judíos que acudían a encender la primera vela de Janucá en Bondi Beach habían sido atacados por “viles terroristas” en un “ataque cruento”. Insistió en que Israel había reiterado su alerta al Gobierno australiano para que tomara medidas frente al antisemitismo que, según sus palabras, asola a la sociedad australiana.
La condena también llegó desde España. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, condenó “enérgicamente” el ataque terrorista contra la comunidad judía en una playa de Sídney. En un mensaje publicado en la red social X, afirmó que el antisemitismo y el terrorismo no tienen cabida en la sociedad y que es necesario trabajar incansablemente para erradicarlos. Sánchez trasladó además su pésame y apoyo a las familias de las víctimas de este atentado, subrayando el carácter antisemita del ataque y el contexto religioso en el que se produjo.
Más allá de las cifras y de las declaraciones oficiales, el ataque de Bondi plantea interrogantes de fondo sobre la seguridad en espacios públicos, la protección de actos religiosos y el impacto del antisemitismo en sociedades democráticas. La decisión de las autoridades australianas de calificar el suceso como terrorismo no se limita a una categorización jurídica, sino que define el marco desde el que se analizarán las responsabilidades, las medidas de prevención y las respuestas políticas futuras. En ese sentido, lo ocurrido en Bondi no es solo un episodio violento aislado, sino un golpe directo a la sensación de normalidad y seguridad en uno de los espacios más emblemáticos de Sídney, durante una celebración que, hasta ese momento, transcurría con absoluta normalidad.



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